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Panteón de la Familia Pedreño y Deu

(1872-1875)
Carlos Mancha y Francisco Requena

Sin duda alguna la obra más importante de todas las que construyeron Carlos Mancha y Francisco Requena en el camposanto car­tagenero. Erigido para el industrial Andrés Pedreño hacia 1875, fecha en la que también culminaron los trabajos del edificio que para él construyó, con ornamentación del escultor cartagenero, el arquitecto murciano.
Conocemos la fuente de inspiración que tuvieron los artistas para erigir esta fastuosa construcción funeraria de inspiración clasicis­ta. Se trata del Panteón de la familia Boode en el parisino Cementerio de Père Lachaise (MORENO ATANCE, 2005). Pese a que sabemos que Francisco Requena visitó París al menos en dos ocasiones, estos viajes documentados e desarrollaron en los años 1878 y 1889 con motivo de la celebración de sendas exposiciones universales en la capital francesa, por lo que fueron posteriores a la culminación de los trabajos del Panteón Pe­dreño (ORTIZ MARTÍNEZ, 1998 pp. 182 y 194. ) Es por ello que el modelo debieron tomarlo Mancha y Requena, como ha señalado Mo­reno Atance, de alguno de los repertorios de imágenes que difundían el patrimonio del citado camposanto de París y más concreta­mente del publicado en 1846 por el arquitecto Rosseau y el litógrafo Lasalle (ORTIZ MARTÍNEZ, 2018).

Se trata de un panteón con cripta inferior rectangular y acceso a la misma mediante ca­pilla circular (con altar incluido) en la planta baja. Se accede a la zona destinada a inhu­maciones (cripta) bajo rasante mediante una escalera semicircular que parte de la planta de acceso al panteón. La cripta, iluminada mediante un lucernario situado en el centro geométrico del suelo de planta baja, además de por el hueco de escalera, alberga espacios para enterramientos en nichos en sus cuatro laterales sumando 36 nichos distribuidos en 5 alturas en tres de los laterales y dos alturas en el cuarto, bajo la escalera. La edificación reproduce la composición del panteón roma­no con torre cilíndrica central y linterna re­matada con una piña. En la fachada principal, enmarcando la puerta se abre un pórtico so­bre columnas dóricas y arco de medio punto, coronado con un frontón con el nombre de la familia. Se remata con cornisa almenada y coronamiento con pirámide escalonada. Todo el conjunto está decorado con motivos vegetales. Frente a la fachada y sobre el frontón aparecen tres esculturas que representan las tres virtudes teologales, atribuidas al escultor Francisco Requena. En su interior, en la capilla, realizado en mármol por Requena en colaboración con Carlos Mancha se encuentra un altar de factura clásica con dos columnas dóricas sosteniendo un frontón triangular en el que se ubica el anagrama de María y en cuyos laterales se emplazan sendas palmetas. En la mesa de altar, en un medallón circular central actualmente desprendido de su emplazamiento original, se ubica el busto, de perfil, de un anciano calvo y barbado. En la hornacina del altar hay una cruz desnuda, con uno de sus brazos roto, sobre una roca. Por encima de la mesa aún se conservan algunos elementos de los utilizados para el culto, tales como candelería y un crucifijo metálico. En el lateral izquierdo se haya una mesa de credencia realizada en mármol y ornamentada con un triángulo equilátero nimbado de rayos que parece obedecer a una simbología del Padre Eterno pero que en un cementerio como el de Cartagena, donde tanto abunda la simbología masónica en los panteones del último tercio del siglo XIX, irremisiblemente nos lleva a pensar en su significado como alegórico a la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad del ideario masón. En la cripta subterránea del panteón, uno de los más publicados de todos los existentes en la necrópolis cartagenera (PÉREZ ROJAS, 1986; ORTIZ MARTÍNEZ, 1998 y 2012 y MORENO ATANCE, 2005) se encuentran los enterramientos del propietario, Andrés Pedreño, así como de su yerno Justo Aznar Butigieg ambos destacados personajes de la Cartagena del último tercio del siglo XIX– y de sus esposas y otros miembros de ambas familias, así como de Tomás Valarino, fundador de la fábrica de cristal de Santa Lucía. En el año 2018 el panteón ha pasado a ser propiedad municipal y recientemente, en el año 2020, ha sido objeto de restauración según proyecto de la arquitecta María José Muñoz Mora.