[36]

Mausoleo de Isaac Peral

(1927)
Víctor Beltrí y Roqueta

La idea de construir un mausoleo para Isaac Peral databa de 1911, fecha en la que los restos del inventor del submarino fueron trasladados desde Madrid a Cartagena y sepultados en el Cementerio de Nuestra Señora de los Remedios. Las gestiones para su creación fueron aprobadas por la Comisión Municipal Perma­nente el 8 de mayo, formándose una comisión que, más allá de erigir el mausoleo a Peral, de­cidió crear en el camposanto un panteón de cartageneros ilustres. Para ello, sus componen­tes visitaron en marzo de 1926 el cementerio y eligieron el emplazamiento del mismo, donde se pretendía que el primer sepultado no fuera Peral sino el comandante Villamartín, a quien se homenajeó ese año con la erección de un busto en la Plaza de la Merced. Algo que no se llegó a realizar, como tampoco tras los 27 años transcurridos desde la inauguración del monu­mento funerario dedicado a Peral se ha vuelto a sepultar a ningún hijo ilustre de Cartagena en la zona que fue creada para ello.
Por solicitud de la comisión citada, el cos­te del mausoleo fue asumido por la Junta del Cementerio y el Ayuntamiento. Para la cons­trucción se contactó con el arquitecto Víctor Beltrí y el escultor José Moya Ketterer, siendo el primero el autor del proyecto, cuya materia­lización concluyó con la inauguración realizada el 1 de noviembre de 1927. La obra, en la que también participó el escultor Mariano López, consiste en un sarcófago decorado con relieves de bronce en el que destaca el juego de volú­menes, subrayado por el contraste cromático de los cuatro materiales empleados: piedra ar­tificial, mármol Marquina, bronce y piedra. So­bre un basamento, que le confiere un aspecto de modernidad por su simplicidad, se eleva el monumento, que está sostenido por cuatro ménsulas invertidas con hojas de acanto, que presentan un barroquismo que contrasta con la severidad del sarcófago, en mármol negro cubierto por un sudario blanco de piedra y de­corado en su contorno con relieves en bronce (que fueron la aportación de Moya Ketterer, correspondiendo el resto a Mariano López), cuya pátina verdosa evoca el mar. Una obra en la que se combinan el clasicismo y el racio­nalismo del diseño de Beltrí con el esquema­tismo de los relieves de un escultor, Moya, que apostaba por las formas vanguardistas (ORTIZ MARTÍNEZ, 2018).